LA LITERATURA DEL SIGLO XIX

Decir siglo XIX es tanto como decir
Romanticismo.

Contra el Racionalismo y el Clasicismo imperantes se manifiesta e impone una conciencia autónoma, capaz de sentir y de fantasear, de crear. Ya no se siguen cánones estereotipados, racionales. La capacidad creativa se liberaliza y -abandonando la universalidad- mira hacia lo propio, la patria, el hogar, las tradiciones nacionales, sus cuentos y leyendas, los lugares oscuros, siniestros, creando unos héroes rebeldes, fantásticos, incluso libertinos.
Pero también en  las formas, en el estilo, hay una enorme transformación: desaparece la unidad de acción, tiempo y lugar; se mezclan prosa y verso; las rimas son más libres, incluso asonantes, hay métricas novedosas.


Compendiar la literatura de todo un siglo es un imposible, pero dar unas pinceladas acá y allá para hacerse una somera idea de las ideologías, corrientes literarias y temática sí es posible.
Para facilitar la comprensión suele dividirse el siglo XIX en tres partes: una inicial con predominio de la novela histórica, una intermedia en la que naturalismo y romanticismo pleno son los ejes sobre los que gira la literatura, y una parte final o finisecular que pregona el eclecticismo que imperará en el siglo XX.



● La novela histórica, con su incipiente aura romántica, mira hacia atrás con cierto poso sentimental y de ausencia. Los personajes son más o menos reales, pero cercanos al entorno en que se escribe. Poco a poco 
el motivo se aleja hacia épocas tan lejanas como la Edad Media, aunque el sentimiento individualista va tomando carta propia en el pensamiento y la literatura de la época.
A la hora de las citas la cosa se complica, pues son multitud los autores que merecen nuestro recuerdo. Lord Byron es un claro ejemplo con su literatura y con su propia vida de viajero inmerso en el espíritu romántico del siglo; Mary Shelley con "Frankenstein" podríamos decir que es el pilar fundamental de lo que luego vino en llamarse novela y cuentos góticos. Pero si tuviera que elegir el paradigma de la época, con los ojos cerrados señalaría a "Los novios" de A. Manzoni.
Aquí tenéis unos párrafos de esta novela excepcional:


—¡Oh, fray Galdino! —dijeron las dos mujeres.
 —El Señor sea con vosotras —dijo el fraile—. Vengo a la colecta de las nueces. —Ve a coger las nueces para los padres —dijo Agnese. Lucía se levantó, y se dirigió a la otra habitación, pero, antes de entrar en ella, se detuvo a espaldas de fray Galdino, que permanecía de pie en la misma postura; y, llevándose un dedo a los labios, echó a su madre una mirada que pedía silencio, con ternura, con súplica, y también con cierta autoridad.
 El limosnero, atisbando a Agnese desde aquella distancia, dijo:
 —¿Y esa boda? Debía haber sido hoy, ¿no?: he visto en el pueblo cierto alboroto, como si hubiera habido alguna novedad. ¿Qué ha pasado?
 —El señor cura está enfermo, y hay que retrasarla —respondió apresuradamente la mujer. Si Lucía no hubiera hecho aquella señal, la respuesta probablemente habría sido otra—. ¿Y cómo va la colecta? —
añadió luego, para cambiar de conversación.  —No muy bien, buena mujer, no muy bien. Aquí están todas —y, diciendo
esto, se quitó la alforja, y la hizo saltar entre las manos—. Aquí están todas; y, para juntar esta abundancia, he tenido que llamar a diez puertas.
 —¡Ay! las añadas vienen escasas, fray Galdino; y, cuando se debe escatimar el pan, no se puede abrir la mano con lo demás.
 —Y para que vuelva el buen tiempo, ¿qué remedio hay, hija mía? La limosna. ¿Sabéis ese milagro de las nueces, que sucedió, hace muchos años, en nuestro convento de Romaña?
 —La verdad, no. Contádmelo.
 —¡Oh!, pues habéis de saber que...


El segundo tercio del siglo XIX viene marcado por la aparición del realismo, que en la sociedad se entronca con la desaparición del Antiguo Régimen y la preponderancia de las clases burguesas sobre el cada vez mayor número de proletarios en un medio preferentemente urbano. El escritor intenta plasmar esta realidad que expresa a gritos su indefensión, y describe todo aquello que sus ojos ven, sin dejarse llevar por la subjetividad, trayendo a los libros personajes salidos de las mismas calles por las que deambula el autor. 

Lo quiera o no, lo que consigue es señalar o denunciar el deplorable estado en que se encuentra esa sociedad en medio de la que vive. Cuando la descripción de los personajes, los lugares, la impiedad, la sordidez, llegan a su mayor extremo, entonces es cuando nos adentramos en el "naturalismo", la expresión más exagerada del realismo. 
En este período surgen
multitud de escritores que darán un perfil muy definido al siglo. Una vez más, resulta enormemente difícil escoger algunos dentro del abanico amplio que se nos ofrece. Quizás entre los más significativos estén H. de Balzac (La comedia humana), Goethe (Fausto), Stendal (Rojo y negro), L. Tolstói (Guerra y paz), F. Dostoievsky (Crimen y castigo) o C. Dickens  (David Copperfield). En España B. Pérez Galdós, aunque comienza su andadura literaria en el último tercio del siglo, es un escritor claramente realista  (Fortunata  y Jacinto, Los Episodios nacionales).
Dentro del Naturalismo destaca la figura de E. Zola (Germinal).
En esta ocasión he seleccionado unas líneas de Guerra y paz, de L. Tolstói:


Rostov tenía la orden de buscar a Kutuzov o al emperador en los alrededores de Pratz. Pero estos no se hallaban allí, ni tampoco había ningún jefe, y tan solo se veían masas de soldados desorganizados. El camino real estaba atestado de toda clase de vehículos y de soldados rusos y austríacos de distintas armas, algunos de ellos heridos. Los gritos de aquella muchedumbre se confundían con el sonido lúgubre de los proyectiles que disparaban las baterías francesas emplazadas en las alturas de Pratz. -- ¿Dónde está el emperador?  ¿Dónde está Kutuzov? -- preguntaba Rostov a todos los que lograba detener. Pero nadie le daba respuesta. Finalmente, asiendo a un soldado por el cuello,  lo obligó a contestar.-- ¡Ja, ja! Hace mucho ya que han huido todos, replicó el soldado lanzando una carcajada. Sin duda estaba borracho. Rostov lo dejó e hizo la misma pregunta a un asistente que venía montado. Éste dijo que el emperador había pasado por allí hacía media hora en su coche y que iba gravemente herido. -- ¡Es imposible!  --exclamó Rostov--. Sería otra persona. -- Lo he visto con mis propios ojos --reclamó el asistente con una sonrisa que expresaba seguridad--. ¡Ya es hora de que conozca al emperador! ¡Lo he visto tantas veces en San Petersburgo! Iba pálido como la muerte. Sus cuatro caballos negros pasaron ante mí como una exhalación.  ¡Si conoceré yo los caballos del zar y a Ilia Ivanovich, el cochero!


El final del siglo se caracteriza por un eclecticismo en formas y temas que anuncia el siglo XX. Strindberg prepara el teatro del absurdo y Chejov será toda una innovación. Personajes como Drácula o Sherlock Holmes personifican los caminos diversos de la narrativa. Es en la poesía donde alcanza su más alto nivel el modernismo, con Rubén Darío a la cabeza. Luego llegarán movimientos de vanguardia que se adentrarán definitivamente en el nuevo siglo.
En España la crisis finisecular es pareja a la decadencia de la nación, con un pesimismo que se refleja en la llamada Generación del 98 (Azorin, Unamuno, Pío Baroja, Valle Inclán, etc), aunque este es tema para otra entrada.
Aquí tenéis una muestra del nuevo teatro, la escena con que comienza La señorita Julia, de Strindberg:

Cristina está junto a la cocina friendo algo en una sartén. Lleva un vestido claro de algodón y un delantal. Juan entra llevando en la mano un par de botas de montar, grandes y con espuelas, que deja en el suelo en un lugar bien visible para el publico. 

Juan: ¡Esta noche la señorita Julia vuelve a estar loca! ¡Loca de atar!Cristina: ¿Qué? ¿Ya estás ahí?Juan: Sí, vuelvo ahora de la estación, de acompañar al señor conde. Al volver entré en el granero para echar un baile. Y allí vi a la señorita Julia bailando con el guarda. En cuanto me vio, vino corriendo hacia mí y me sacó a bailar. ¡Y qué manera de bailar! ¡Nunca he visto nada igual! ¡Está loca! Cristina: Sí... Está mal desde que la dejó el novio.Juan: Es posible. De todos modos, era un buen muchacho. ¿Tú sabes cómo ocurrió la cosa? Yo presencié la escena a escondidas.Cristina: ¿Cómo? ¿Que tú lo viste?...Juan: Sí, lo vi. Estaban una noche solos en la cuadra y la señorita lo estaba “amaestrando”, como decía ella. ¿Sabes cómo? Pues haciéndole saltar sobre la fusta igual que a un perro. Él saltó dos veces y recibió dos latigazos, pero a la tercera, le arrancó la fusta de la mano, la hizo mil pedazos y se marchó.Cristina: ¡Qué me cuentas! Pero ¿pasó así?Juan: Así fue, y ¡Dejémoslo ya! ¿No tienes algo bueno de comer, Cristina?Cristina: (Sirviéndole a Juan directamente de la sartén) Aquí tienes. Unos riñoncitos que acabo de cortar de la ternera.Juan: (Oliendo la comida) ¡Estupendo! ¡Mi bocado preferido! (Tocando el plato) ¡Pero podías haber calentado el plato!Cristina: Cuando te pones tonto, eres más exigente que el señor conde. (Le tira cariñosamente del pelo)Juan: (Molesto) ¡Déjame! ¡No me tires del pelo! Ya sabes lo delicado que soy.

Para terminar he aquí unos cuantos autores (faltan muchos, muchísimos) que pueden deleitar con sus obras a los amantes de la buena literatura.
C. Baudelaire (Las flores del mal), E. Allan Poe (El cuervo), F. Hölderling (precursor de los simbolistas), R.M. Rilke (precursor de la poesía del siglo XX), H. Ibsen (Peer Gynt), W. Irving (Cuentos de la Alhambra), Alejandro Dumas de imborrable recuerdo con Los tres mosqueteros o El conde de Montecristo, Próspero Merimée (Carmen), Julio Verne  (Veintemil leguas de viaje submarino), A. Daudet (Tartarin de Tarascon), P. Verlaine, Charles Dickens (David Copperfield), C. Bronte (Jane Eyre), Lewis Carroll  (Alicia en el país de las maravillas), N. Gógol (Taras Bulba), I. Turguénev (Padres e hijos), Edgar Allan Poe (literatura de terror y misterio), H. Melville (Moby-Dick), Henry James (Otra vuelta de tuerca), W. Whitman (Hojas de hierba), Eça de Queiróz  (El crimen del padre Amaro), José Hernández  (Martín Fierro), JM Machado de Assis.
Entre los españoles, que fueron multitud: Larra, Espronceda (El estudiante de Salamanca), J. Zorrilla (Don Juan Tenorio), Juan Valera (Pepita Jiménez), Alarcón  (El sombrero de tres picos), Pereda (Sotileza), Bécquer (Rimas y leyendas), Rosalía de Castro (En las orillas del Sar), J. Verdaguer (L'Atlántida), Emilia Pardo Bazán (Los pazos de Ulloa), Leopoldo Alas "Clarín" (La Regenta), Vicente Blasco Ibáñez (La barraca).

Comentarios

Entradas populares de este blog

BERENJENAS A LA ANTIGUA

BACALAO AL AJO ARRIERO

ARROZ CON COSTILLA, LOMO Y LONGANIZA DE CERDO