PUREZA. JONATHAN FRANZEN.

Recientemente publicada la última novela
del estadounidense Jonathan Franzen, se une a sus interesantes predecesoras, Las correcciones y Libertad. 
No diría que este caballero sea un autor de culto, pues para ello quizás le falle el hecho de vender mucho y bien, pero sí es cierto que su obra tiene un cierto regusto a ello y como cualquier autor que se precie es de los que gustan o no gusta, sin un tinte intermedio.
En Las correcciones se nos mostraba de una forma descarnada e irónica a la "típica familia norteamericana" y su peculiar estilo de vida en un tocho de más de 700 páginas. 
Su novela Libertad ahondaba en otra familia cuyas vidas pugnan entre lo que son y lo que quieren ser, gentes confundidas en sí mismas, que no han aprendido a vivir. Por supuesto que el libro es de dimensiones semejantes a las del primero.


Esta tercera entrega y última por ahora, Pureza, gira entorno a la vida y milagros de Purity Tyler (Pureza), recién licenciada y con la ominosa tarea de pagar la deuda que le ha ocasionado los estudios en la Universidad. Pero Puerza (todos la llaman Pip) no es quien parece ser, ni tampoco su madre; y de su padre desconocido no sabe nada aunque poco a poco va descubriéndolo casi todo. La narración es tediosa por momentos, decimonónica hasta extremos irritantes, y luego, de buenas a primeras se hunde en un universo postmoderno, en un mundo que parece dominado por las redes informáticas, pero en el que abundan los demonios humanos. 
Con personajes nacidos en la desaparecida República Democrática Alemana, ramalazos del submundo sudamericano de guerrillas o pinceladas surrealistas sobre la desestructurada familia norteamericana -que deja al descubierto al igual que en sus novelas precedentes-, acaba mezclando el conflicto entre el periodismo tradicional (del papel) y el de las nuevas tecnologías, así como la dificultad del intento de controlar las redes de información sin derrumbar la ética personal.
Cada vez que leemos una nueva obra salida del inmenso país que son los EEUU de América, pretendemos ver en ella la gran novela americana. Es un intento fallido desde el comienzo, banal. 
En general la novela ha recibido críticas positivas, aunque el punto débil es la construcción de algunos personajes femeninos, caricaturizados en exceso, absolutamente ajenos a la vida real, enfoque que ha servido a algunos para tildar al autor de cierta misoginia, que yo no negaría en absoluto. En cualquier caso esta novela, extensa una vez más (sobrepasa las 700 páginas), aunque de factura clásica, está muy lejos de Scott Fitzgeral o de Faulkner, pero no carece de bondades suficientes como para ser leída y hacerse una idea de por donde camina la literatura actual en EEUU.

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