GUADALUPE Y SUS CAMINOS

La primavera es una buena época para visitar Guadalupe, el Monasterio, la puebla, sus caminos y gozar a la vez de esa naturaleza plena en la que se esconde este maravilloso lugar.
Iniciamos la ruta que no es otra que la Autovía de Extremadura (A 5), debiendo llegar hasta la misma entrada a Navalmoral de la Mata, en donde se toma la EX 118 dirección Peraleda de la Mata, que nos llevará directamente a Guadalupe. Esta carretera tiene un trazado bastante sinuoso pero con buen asfaltado.


Antes de acceder a dicha carretera hemos hecho una parada en El Gordo, antaño lugar de cigüeñas, pero que se ha quedado prácticamente huérfano de estas aves a consecuencia de la reparación de los tejados de su templo, que consecuentemente se ha llevado por delante los nidos que en ellos había. El recorrido posterior nos deparará una agradable sorpresa que vendrá a suplir la que fuera obligada visita al citado pueblo.



En efecto, a poco de tomar la desviación por la EX 118, antes de pasar por Peraleda de la Mata, observamos los restos de una Iglesia y algunas casas de su entorno y decidimos hacer una pequeña parada, pues vimos una gran cantidad de cigüeñas sobre el derruido campanario y en los muros que aún quedan en pie.
Santa María de la Mata, ese es el nombre del lugar, aunque si preguntáis en Peraleda, allí se la conoce como Torre de San Gregorio porque fue restaurada por una antigua cofradía de campesinos que habitaban en las inmendiaciones de la Iglesia. La construcción de la primitiva iglesia se aleja hasta el siglo XIV y sirvió de lugar de encuentro de los vecinos del concejo que se llamaba Campana de la Mata o Concejo de Alquerías, constituido por los pueblos o lugares de Malhincada, Millanes, Navalmoral de la Mata, Peraleda de la Mata, Santa María de la Mata, Talayuela, Torvisco y Valparaíso.  
Dejando a un lado -y solo de momento- el devenir histórico de estas tierras, volvemos a las cigüeñas. Es muy agradable encontrarnos con las viejas amigas que dejamos años atrás en El Gordo y y han emigrado a este cercano y precioso lugar lleno de reminiscencias históricas. Los amantes de la fotografía podrán hincharse a hacer fotos, incluso si se esmeran podrán tener como fondo el paisaje inmenso de la Sierra de Gredos. Id con cuidado para no espantarlas y sobre todo no iniciéis este viaje más allá de mediados de julio, pues como es bien sabido emigran a África y no vuelven hasta San Blas, en los comienzos del gélido mes de febrero.

Seguimos nuestro camino y tras bordear Peraleda de la Mata llegamos al pantano de Valdecañas. Nada más pasar el puente sobre él, a la izquierda de la carretera, se encuentra el lugar llamado Los Mármoles, increíble conjunto de restos arqueológicos que corresponden a la época romana. Se trata de Augustóbriga, en la calzada romana que unía Cesaróbriga (Talavera de la Reina) con Eméritas Augusta (Mérida). Junto a ella nació en la Edad Media el pueblo de Talavera la Vieja, que en 1963 quedó sumergido bajo las aguas del pantano de Valdecañas. 


El conjunto arqueológico se compone en realidad de dos templos diferentes. El primero es el Pórtico de Augustóbriga, único templo de curia romano (actividades administrativas y políticas). Se compone de cuatro columnas de estilo corintio, que se apoyan sobre una gran base de granito, y un arco sobre las dos columnas centrales.
Del otro templo, Las Cillas,  tan sólo quedan 3 columnas alineadas, a orillas de las aguas del pantano.

Seguimos nuestra ruta con templando los impresionantes paisajes, montes y barrancos de aparecen ante nuestros atónitos ojos. Las jaras van poblando de manchas blancas la gran paleta de verdes que decoran el agreste  paisaje. 
 En Bohonal de Ibor hace una parada técnica y aprovechamos para comprar unos quesos de la denominación de estas tierras (Queso de los Ibores) elaborado con leche de cabras retinta, serrana (o de las mestas) y verata. 

Poco antes de llegar a nuestro destino nos encontramos con un lugar histórico, la ermita del Humilladero. Existe un pequeño parking al borde de la carretera para aparcar; a la ermita se accede por una pronunciada cuesta al cerro de las Altamiras.
La ermita de Santa Cruz, éste es su verdadero nombre, es una
especie de miniatura que fue construida, probablemente por los Jerónimos, en el siglo XV para que los peregrinos pudieran contemplar Guadalupe por primera vez (se encuentra a 4 Km del monasterio) y rezar ante la vista del monasterio.
El edificio es de estilo gótico mudéjar y  al interés arquitectónico se suma el cultural, pues aquí dejó las cadenas Miguel de Cervantes tras ser liberado de su cautiverio en Argel.
Años atrás podía contemplarse la puebla de Guadalupe desde este cerro, pero un pinarcete que va creciendo de forma lenta, pausada y segura, ha acabado por privar al viajero y al peregrina de tan magnífica contemplación.



Llegamos por fin a Guadalupe. Aparcar nos ha costado un auténtico milagro, pues el pueblo está literalmente tomado por los turistas que aprovechan estos días finales de la Semana Santa, alumbrados por un clima extraordinariamente benévolo.
Es curioso que este símbolo de Extremadura fuera tierra castelllana hasta 1833. En realidad la primitiva Dehesa de las Guadalupes formaba parte del Alfoz de Talavera (La llamada Antigua Tierra, que abarcaba lugares y pueblos desde el Tajo hasta el Guadiana). Es Alfonso XI el que otorga la carta puebla y nombra al prior del monasterio como señor de esas tierras.

El Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe es en realidad una fortaleza gótico mudéjar, con toques renacentistas e incluso barrocos. Es Patrimonio de la Humanidad desde 1993. 
Destacan del conjunto global la Iglesia de Nuestra Señora, de 3 naves, gótica, con altar barroco; el claustro mudéjar, con un templete gótico mudéjar en el centro; la antigua botica-hospital; y el museo con pinturas y esculturas de gran interés (Juan de Flandes, Pedro de Mena, El Greco).



De la virgen de Guadalupe cabe decir que es patrona de la Comunidad Autónoma de Extremadura y también "de las Españas", otorgado este título por el rey Alfonso XIII. Es incierta la procedencia del nombre, pero lo más aceptado es el origen árabe (guad al upe, que vendría a ser río oculto).
Se trata de una talla de estilo románico, en madera de cedro (es una de las vírgenes negras de los siglos X y XI). El 1389 se otorgó el templo a los Jerónimos. Actualmente es regentado por franciscanos.
El pueblo es un conjunto de calles, callejas, rincones, plazas, soportales y fuentes, constituyendo una auténtica delicia deambular por él.
Nos encontraremos también con algunos edificios de especial interés, como el Hospital de Hombres, el Hospital de Mujeres, o el de San Juan Bautista (aquí se practicó por primera vez en España con autoridad pontificia, la cirugía y disección por frailes y seglares, en 1442, bula de Eugenio IV).
No habremos de olvidar en nuestro paseo por el pueblo los arcos medievales de  San Pedro, Sevilla y Chorro Gordo en la  muralla interior, y los de la Eras y del Tinte en la muralla exterior.

En la Plazuela de los Tres Chorros el agua juega con el cielo componiendo cuadros de cromática intensidad. Junto a la plazuela se apiñan las calles de la Judería, donde abundan los soportales y balconadas de madera, embellecidas por multitud de macetas de flores.
¡Ah!, no olvidemos la Iglesia Nueva, que por nueva que sea, obra del barroco, nada menos de de Manuel de Lara Churriguera, es un conjunto a tener en cuenta.
Ya para terminar podemos visitar en las cercanías del pueblo la Granja de Mirabel, que sirviera de descanso a los Reyes Católicos, o la Granja de Valdefuentes.
Y para terminar el agua, que aquí se constituye en personaje principal de la tierra.
Son lugares dignos de visitar el Arca del Agua, que reúne las aguas (los viajes de aguas) que se extraían en las galerías excavadas en la montaña; el Molino del estanque; y finalmente el Pozo de la Nieve, que servía para abastecer de nieve (hielo) a los hospitales de Guadalupe (no olvidemos que el hielo constituía una eficaz terapia en aquellos lejanos, o no tanto, tiempos en que la terapéutica de las enfermedades no estaba tan desarrollado como en la actualidad.

No nos iremos sin realizar algunas compras. Aquí son típicas las morcillas. Tienen dulces de variada identidad. Las carnes son magníficas. Los quesos imprescindibles, aprovechando la ocasión para paladear ese inmenso tesoro que es la torta del Casar.
En fin, dicho todo, solo queda el adiós.


















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