MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MÍ. Javier Marías.

No está el Ricardo III de Shakespeare entra las obras de mayor alcurnia, ni en opinión de los críticos ni en fama popular, lo cual no quita que sea obra de gran interés y dramatismo, como lo es la mayoría de su teatro. Aquí aparece el culmen de la Guerra de las dos rosas -blanca y roja de la heráldica de Lancaster y York- con el final de los Plantagenet y el inicio de los Tudor al frente de la corona inglesa. En esta obra el acto V (escena III) es especialmente interesante para entender el porqué del título de la novela que se glosa hoy. La noche anterior a la última batalla, aquella en la que muere Ricardo, a éste se le aparece en sueños el espectro de su hermano Jorge, duque de Clarence, a quien había mandado asesinar, que le dice: "Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo, desespera y muere". Pero no esperemos de Javier Marías una obra de temática medieval, nada más lejos de ello. El planteamiento es en extremo original, como vamos a ver.
La frase con que la obra comienza es estremecedora: "Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda". El protagonista y narrador en primera persona, Vícor Francés, es un guionista y escritor para otros (negro), recien divorciado, que tiene una cita nocturna en casa de una mujer casada, Marta Téllez, que aprovecha la ausencia en Londres de su marido. Pero tras acostar al hijo de ella, y antes de que ambos lleguen a tener una relación íntima, en el dormitorio matrimonial, ella se siente indispuesta, agoniza y muere en los brazos de él.
Lo que Víctor se plantea -qué hacer con la muerta, con el niño, a quién llamar, huir o no, etc-, constituyen la primera parte de la novela, apasionante narración que lleva al espectador a un monólogo interior sobre la muerte y su imprevista inmediatez, el azar que mueve los hilos de los humanos, inertes a su influjo, el sexo latente en cada pasaje y el humor ácido que impregna momentos excelentes de la narración.
La acción es lenta, como si no hubiera ninguna prisa en descifrar los misterios que se plantean, y que en ocasiones quedan al pairo, para que cada cual los interprete como quiera. Parece que ocurran pocas cosas, pero es en la mente de los personajes, que va y viene configurándolos a través de su pensamiento, donde está la verdadera acción. También los párrafos son largos, ambígüos, como algunos de los personajes, tal el caso de Celia, la divorciada esposa del protagonista: en la mente de Víctor no se aclara, a pesar de sus esfuerzos, si la prostituta con la que incluso llega a tener contacto sexual, es su antigua esposa.
Las vidas y  abatares de otros personajes se entrecruzan constantemente, como la hermana, el padre y sobre todo el marido de la muerta.Y en medio de todos ellos Víctor Francés, el único conocedor real de los últimos momentos vividos por Marta Téllez. ¿Se descubrirán los hechos? ¿Lo hará él? ¿Hay culpables de la muerte repentina de una persona que está en compañía de un desonocido? ¿Qué trascendencia tendrá esta muerte en el futuro de esos personajes inmersos en su propia soledad? 
Para dar respuesta a todos esos interrogantes hay que acudir a la obra, leerla, saborearla. Es profunda, difícil, por momentos misteriosa, a veces hilarante -cuando hace una sangrante parodia del rey Juan Carlos I- y siempre literatura de altos vuelos.
Javier Marías, nuestro gran escritor. 

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