DOCE CUADROS Y UNA INFANCIA

DOCE CUADROS Y UNA INFANCIA



- A mis padres, por cultivar 
nuestro espíritu y hacernos libres
                                                          

Mis primeros recuerdos ligados a la cultura tienen unas coordenadas muy concretas: la Galería Cerdán, en Talavera de la Reina.

Mis padres nos solían llevar a Sandra y a mí a este lugar de encuentro. Era un refugio para artistas, intelectuales, amigos y curiosos.

La Galería fue fundada en 1983 por Manolo Cerdán. Canalizó sus inquietudes culturales a través de la casa del siglo XIX que heredó de sus abuelos. Gracias a él y a su esposa, la pintora Sara Tornero, la ciudad ha disfrutado de un espacio cultural de ámbito privado inasequible al desaliento.

Sus puertas estuvieron abiertas más de treinta años y por allí desfilaron innumerables pintores, poetas, ceramistas, novelistas, contertulios, gastrónomos... 

La Galería fue premiada en 2016 por la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. No obstante, en mi opinión, su incansable actividad de promoción cultural nunca ha sido suficientemente reconocida.

Para mí, cada visita a la Galería suponía un nuevo hallazgo. Se respiraba un ambiente diferente que, como niño, no asociaba a ninguna otra experiencia. Para alguien como yo, que empezaba a aficionarse a la música y la literatura, aquellas conversaciones tenían mucho de cautivador, fascinante e incluso misterioso. 

Nunca agradeceremos lo suficiente a mi padre y a mi madre su continuo esfuerzo para darnos una educación completa. Nos transmitieron sus valores, nos ayudaron a tener un pensamiento crítico y cultivaron nuestro espíritu. En definitiva, nos hicieron libres. 

Para ello, resultó fundamental el fomento de las aficiones que nos ayudaban a crecer como personas. Gota a gota nos fuimos calando: mi madre tocando el violín, mi padre y sus cuadros, libros y más libros, el piano, los discos, la fotografía, los viajes, la complicidad de la escritura...

Como solía decir mi padre con una sonrisa, Sandra y yo no íbamos a heredar grandes propiedades. Nos urgía a aprovechar la herencia inmaterial que con mucho esfuerzo nos iban entregando en vida. Debíamos disfrutar cada oportunidad, cada gota de esa lluvia incesante.

Algunos de sus mayores sacrificios los hicieron durante la etapa en que estuvimos en la universidad. Sandra y yo tuvimos la oportunidad de irnos a Madrid y estudiar las carreras que habíamos elegido. Mis padres hicieron lo indecible para que pudiéramos disfrutar de todo lo que la experiencia universitaria podía ofrecernos.

Fue en Madrid donde un día acudí a un recital de piano en el que participaba mi hermana. Allí cambió mi vida. Se unieron los puntos de una línea desdibujada. 

Si no hubiera sido por el piano quizás los puntos seguirían desconectados. O quizás no. El caso es que sucedió gracias a una de esas aficiones que, sin duda, nos hizo más libres.

Pero todo eso es otra historia. Digamos que no tengo queja alguna de mi herencia y volvamos ya a la Galería Cerdán. 

En los diferentes eventos a los que me llevaron escuché a poetas como José Hierro -que allí era "Pepe"-, Rafael Morales o Joaquín Benito de Lucas. De todos ellos guardo libros con sus dedicatorias firmadas. También admiré la obra de pintores como Juan Díaz o Nelson Zumel, de quien tenemos un colorido marjal. 

En este ambiente tan entrañable, estimulante y variopinto tuvo mi padre la oportunidad de realizar varias exposiciones tanto en grupo como individuales. También participó en diversas ocasiones como contertulio, crítico o presentador de otros pintores, poetas, novelistas e historiadores.

Recuerdo con un cariño particular su exposición individual del año 1992. Yo tenía diez años y le veía pintar en la cocina aquellos óleos enormes. Me llamaba mucho la atención porque, hasta entonces, le había visto pintar utilizando otras técnicas pero siempre en formatos pequeños o medianos. Sobre todo solía pintar acuarelas en el cuarto de baño y con el grifo abierto.

En fin, ya habrá tiempo de recordar esas acuarelas. La exposición que ahora viene a mi memoria consistió en doce óleos, casi todos de gran tamaño, pintados entre 1988 y 1992.

A mi padre le encantaba titular sus cuadros con versos de sus poetas preferidos. Así combinaba dos de sus grandes pasiones: pintura y poesía

Utilizando esta peculiar forma de identificar a sus cuadros, mi padre escogió doce óleos para esta exposición:

1. Tal vez la mano, en sueños, del sembrador de estrellas hizo sonar la música olvidada (A. Machado) - 1992

2. El eco al fondo de los bosques partidos por los hombres (V. Aleixandre) - 1991

3. Las floridas espaldas ya en la nieve y los cabellos de marfil al viento (R. Alberti) - 1991

4. Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil (F. G. Lorca) - 1991

5. Sobre los montes flota la paz, y el alma sueña su propia lejanía (L. Panero) - 1992

6. Huellas de luz, misterio infinito (F. Quevedo) - 1988

7. Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos (P. Neruda) - 1992

8. Aquel año la tarde convertía en campos de pasión la Tierra entera (L. López Anglada) - 1991

9. Va cayendo la noche: la bruma ha bajado a los montes el cielo (J. R. Jiménez) - 1991

10. Habrá un silencio verde todo hecho de guitarras destrenzadas (G. Diego) - 1988

11. En los sembrados crecieron las amapolas sangrientas (A. Machado) - 1991

12. Dedos en el viento apretando las viñas (W. Whitman) - 1992

Debo confesar que no recuerdo todos y cada uno de los cuadros de esta exposición. No obstante, creo que si mi madre, mi hermana y yo tuviéramos todas las piezas del puzle seríamos capaces de asociar cada título con su cuadro. Quizás ni siquiera nos haría falta dar la vuelta a los lienzos (a veces escribía los títulos por detrás, a veces no).

Está claro que sus títulos no daban pistas suficientes para identificar cada cuadro de forma inequívoca. Por eso, se facilitó el montaje de la exposición mediante un croquis con indicaciones un poco más mundanas: "cuadro con humo", "cuadro vertical", "cuadro del camino amarillo"...

Me encantaría conocer la ubicación de varias de estas obras cuya pista he perdido. Supongo que estarán en casas de familiares, amigos y conocidos. Quizás sus propietarios se pongan en contacto para contarnos o preguntarnos por el título de su cuadro.

Lo cierto es que me encantan todos y cada uno de esos títulos y los cuadros a los que van asociados. Esos paisajes y sus versos me evocan:

          las montañas de Gredos.......

                                                             los campos de amapolas.......

                                                                                             los viajes a Salamanca.......

Fueron todas experiencias vitales que conformaron mi infancia. Como sus cuadros.


Grandes amigos, hermanos

Aquel año la tarde convertía en campos de pasión la Tierra entera

En los sembrados crecieron las amapolas sangrientas


Habrá un silencio verde todo hecho de guitarras destrenzadas


Recorte de periódico con crítica de la exposición











Comentarios

  1. ¡ Que inmersa suerte recibir un legado inmaterial y espiritual como el que describes Pablo ! Algo que nadie os podrá quitar nunca y os acompañará siempre. Muchas gracias por abrir esta ventana a tus vivencias más profundas y compartirlas. Por seguir con poesía: "Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida". ( P. Neruda). El amor que se lee entre tus líneas es lo que hace eterna su memoria. Un placer leerte como siempre.

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  2. El destino ha querido que a través de una buena amiga común (Gloria), pueda leer emocionado éstas palabras tuyas. Doblemente emocionado, primero por la tristísima noticia del fallecimiento de Cristino, y segundo por la intensidad y el cariño con el que hablas de tu familia, los cuadros, la galería...

    Tú no te acordarás de mi, tendré unos 3 o 4 años más que tú. Recuerdo de muy niños algún que otro juego a escondidas por el patio y la sala de exposiciones con los hijos Lola y Cristino... Soy Alberto (Albertito), el nieto de Sara y Manolo que siempre andaba por allí correteando y observando el ir y venir de los amigos de la galería.

    Quería darte las gracias por éstas líneas, pero sobretodo por negarte a que se consuma la llama del arte que una vez encendió vuestro padre. En definitiva creo que ese es el secreto de la inmortalidad, el poder transmitir a nuestros hijos lo que una vez hicieron nuestros padres con nosotros. Me hace muy feliz.

    Desconozco el paradero de las obras las 12 obras, pero hablaré con mis abuelos primero para enseñarles el blog y tus palabras, y después para preguntarle por ellas. Les va a emocionar muchísimo leerte.

    No quisiera despedirme sin antes haceros llegar el abrazo que tanto añoramos en éstos tiempos que corren. De mi parte y de mi familia.

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    1. Querido Alberto (Albertito):
      Qué maravilla volver a coincidir aunque sea a través de este blog y en estas circunstancias. Me encantan esas imágenes que evoca tu mensaje. Y qué gracia el título que teníamos de “los niños de la galería”. Por favor, pídele a Gloria mi móvil y llámame. Tuve ocasión de hablar con tu abuelo Manolo para darle la triste noticia. También le comenté mi interés en, como bien dices, mantener viva la llama. Un abrazo grande.
      Pablo

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