MONSANTO, AL OTRO LADO DE LA RAYA Y DEL TIEMPO
Pues sí, al otro lado de la raya, frente por frente con Moraleja, un poco más allá de Coria, en el país amigo, Portugal, se encuentra este precioso lugar que es Monsanto. Y decimos Portugal porque resulta que en una encuesta entre los propios portugueses, hace de esto casi cincuenta años, este pequeño pueblo resultó elegido como el pueblo más portugués de Portugal. Ahí es nada, señalado por ellos mismos. Está claro que no vamos a llevarles la contraria, aparte de que estamos bastante de acuerdo con la elección.
Quizás la historia nos hable de calles holladas por romanos, visigodos, árabes, cristianos viejos o no tanto, pero el lugar más bien parece sacado del paleolítico y no es difícil imaginar a nuestros ancestros deambulando entre las rocas.
En realidad el pueblo parece trepar sobre una escarpada colina que se eleva sobre la llanura colindante.
En realidad el pueblo parece trepar sobre una escarpada colina que se eleva sobre la llanura colindante.
Pero lo más original no eso, ni el castillo templario, o sus restos, dominando la situación.
Lo tremendamente original es que parece excavado sobre las propias rocas, algunas de las cuales dominan el paisaje, las calles, las entradas a las casas, los tejados. Son la propia vida del pueblo, el alma misma.
Y no solamente las casas, también iglesias y capillas con regusto antañón, murallas, plazoletas, hasta tumbas se incrustan en la mismísima roca, dando a este villorrio un carácter único, excepcional.
En realidad se accede al lugar por una empinada carretera que
termina a la entrada al pueblo, una plazoleta desde la que se domina un magnífico paisaje de olivos y caserío en la llanura. Cañones que ya no disparan parecen defender un lugar que a primera vista resulta inexpugnable, sobre todo por encontrarse en tan recóndito lugar. No más de cuatro o cinco coches caben en el
mínimo aparcamiento que hay en esta plaza, luego ya no es posible seguir subiendo más que a pie. En caso de estar lleno, algo relativamente fácil, se puede volver para atrás y a unos quinientos metros hay un parking más que suficiente, cercano por cierto al restaurante que luego visitaremos. Aunque
termina a la entrada al pueblo, una plazoleta desde la que se domina un magnífico paisaje de olivos y caserío en la llanura. Cañones que ya no disparan parecen defender un lugar que a primera vista resulta inexpugnable, sobre todo por encontrarse en tan recóndito lugar. No más de cuatro o cinco coches caben en el
mínimo aparcamiento que hay en esta plaza, luego ya no es posible seguir subiendo más que a pie. En caso de estar lleno, algo relativamente fácil, se puede volver para atrás y a unos quinientos metros hay un parking más que suficiente, cercano por cierto al restaurante que luego visitaremos. Aunque
tengamos que trepar por la empinada carretera, podremos varias fuentes que manan el agua que sale de las profundidades de la empinada montaña.
Y después de haber contemplado la llanura seguimos subiendo, o mejor, iniciamos la auténtica subida al pueblo, pues aquí se inicia. Y ya todo serán calles empinadas, rocas entre casas o casas entre rocas, iglesias y torreones.
Hay que empaparse de todo, de las flores que brillan de alegres colores en tiestos y macetas.
De los arbustos que crecen y atoran ventanas olvidadas, puertas que ya no se abren. Cardos que nacen de entre las piedras que jalonan el camino. En fin, un inolvidable ajedrez de luces y sombras, de blancos y negros difícil de olvidar ya.
De los arbustos que crecen y atoran ventanas olvidadas, puertas que ya no se abren. Cardos que nacen de entre las piedras que jalonan el camino. En fin, un inolvidable ajedrez de luces y sombras, de blancos y negros difícil de olvidar ya.
Mas no os obcequéis única y exclusivamente con el bacalao, que también; indagad en los infinitos recovecos de su inmenso saber gastronómico, ese que nace en las pequeñas cocinas de los pueblos perdidos en
sus montañas, sus caminos o calzadas romanas y medievales o en forestas de pinos y eucaliptos. Desde luego nosotros no hemos querido perdernos la oportunidad de visitar uno de esos restaurantes dignos de recordar, lugar moderno, limpio, ideado con auténtica sabiduría, con un ventanal que se abre hacia la llanura, desde lo alto, dominante, y con gente profesional y con ganas de agradar, que te cuenta cada plato como si lo estuviera viviendo.
sus montañas, sus caminos o calzadas romanas y medievales o en forestas de pinos y eucaliptos. Desde luego nosotros no hemos querido perdernos la oportunidad de visitar uno de esos restaurantes dignos de recordar, lugar moderno, limpio, ideado con auténtica sabiduría, con un ventanal que se abre hacia la llanura, desde lo alto, dominante, y con gente profesional y con ganas de agradar, que te cuenta cada plato como si lo estuviera viviendo.
Vista desde el magnífico ventanal |
De entrada, para abrir boca, mientras pensábamos qué plato principal pedir nos ofrecieron unos platillos deliciosos, consistentes en olivas aliñadas, crema de atún, oreja de cerdo a la vinagreta y setas a la plancha con aroma de ajo fileteado.
Abriendo boca |
Como plato principal hay que pedir uno por barba y se puede compartir, tanto por la cantidad como por la estupenda disposición del chef si se le dice. Nosotros nos decidimos por un Pulpo a Lagareiro como primera opción. Se trata de otra de las muchas variantes del Lagareiro, es decir de aquellos platos con abundante aceite que parecen tener su origen en los lagares, en los momentos en que se hacía la cata del primer aceite de la temporada. Nos sirvieron un pulpo resuelto con perfección y unas verduras modernas, con su punto canalla y conservando todo su color.
Pulpo a Lagareira |
Una buena ración |
La otra opción fue el Cabrito al modo de Monsanto, parecido a la caldereta pero en trozos mayores, acompañado de arroz al vino, coles ácidas (similar a las alemanas) y patatas confitadas.
Plato de cabrito con su acompañamiento |
De los postres no hablo, por la sencilla razón de que fuimos incapaces de meter más en la pandorga. Así que contentos y felices nos fuimos a visitar otro cercano pueblo llamado Idanha a Velha, también de gran interés, y de paso aligerar un poco el cuerpo después del exceso de calorías ingerido.
Ya veis, una escapada de sumo interés. Ánimo, carretera y manta.
No, no se me va a olvidar, estaría bueno, el nombre del restaurante:
ADEGA TÍPICA "O CRUZEIRO"
Muy interesante este pueblo portugués, y os voy a recomendar otro restaurante para comer y con una muy buena relación calidad-precio , por lo menos cuando yo estuve.
ResponderEliminarRestaurante O Raiano( Estrada Nacional 239). Está en la carretera desde Montsanto a Penha Garcia y antes de entrar en este pueblo,(que, dicho sea de paso, tiene un tanque expuesto en una plaza ). El restaurante está a la izquierda. Comimos entre otras cosas un arroz con marisco exquisito.
Un saludo
Lo tendremos en cuenta la próxima ocasión. Gracias por el comentario.
ResponderEliminar